Cualquier sociedad, es una comunidad de individuos que se rige, entre otras muchas cosas, por un gobierno, unas leyes, y unos valores éticos más o menos comunes y consensuados. La ética sexual, es un tema de gran controversia en la actualidad, por lo que dedicaré este post a profundizar en lo que hace posible la convivencia a ese nivel, y en lo que la imposibilita.
La actitud ante el sexo es muy diferente en distintas culturas, grupos étnicos, y comunidades humanas, tanto en su aspecto físico, como emocional.
El motor objetivo del sexo es la esfera emocional, que a través del sistema neuroendocrino prepara al individuo, física y psicológicamente, para copular.
La acción de ciertas hormonas, condiciona simultáneamente los importantes cambios físicos que tienen lugar, así como la experiencia psicológica de deseo o afecto, que motiva la relación.
En todas las comunidades existen minorías que tienden a limitar la libertad sexual del resto, de distintas formas y en distintos grados, tratando de imponer su propia ética y valores.
El impacto de esas minorías sobre el resto, es directamente proporcional a su poder y capacidad para imponer sus puntos de vista al resto, a través de panfletos, mítines, medios de comunicación e incluso a través del ocio (cine, documentales, etc.).
En un extremo, están aquellas comunidades en las que la minoría que limita la libertad sexual ajena, interpreta la propia libertad sexual como una forma de “pecado”, y a los homosexuales o transexuales como enfermos, o como una lacra social.
En estos casos, la represión sexual sistemática se concibe como la mejor actitud para todos los miembros de la comunidad.
En el otro extremo, están aquellas comunidades en las que ciertas minorías experimentan el sexo como una forma más de relacionarse socialmente, a la que debe iniciarse a los niños desde una edad temprana, y la heterosexualidad, como una forma de rigidez mental. La represión sexual tiende a interpretarse, en todos los casos, como una lacra social.
En este caso, el deseo o el afecto, que deben motivar las relaciones, pasan a segundo plano, lo que resulta especialmente grave cuando se trata de niños que todavía no saben a quién desean o quieren, y a quién ni desean ni quieren. Normalizar el sexo sin deseo y sin afecto, supone un terreno abonado para la esclavitud sexual infantil.
La represión sexual, es una herramienta que todo el mundo se ve obligado a manejar ocasionalmente, cuando al que se desea o al que se quiere, no corresponde, lo cual evita incurrir en la violación de los derechos sexuales ajenos.
Entre esas dos actitudes tan radicales, como entre el cero y el cien, se encuentra una mayoría que se limita a respetar las elecciones sexuales ajenas, y que espera que respeten las propias, sin limitar sus libertades, y sin que nadie les imponga una ética sexual que no comparten.
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Jaime
Como siempre ,gracias Carmen.Muy acertada tu reflexión,con mucho sentido común,algo que falta en esta sociedad y en este asunto tan de actualidad.
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